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lunes, 5 de agosto de 2013

Salón de lectura.- "Historia del Rey transparente", de Rosa Montero.

En esta obra, publicada en el 2005 por la editorial Alfaguara, nos encontramos envueltos en las andanzas de Leola, campesina inmersa en los avatares de la sociedad del s. XII, "sierva de la gleba", predeterminada por nacimiento y condenada sin esperanza a trabajar los campos para un señor feudal dueño de sus vidas y haciendas.
 
Época de enfrentamientos, guerrillas, asaltos, duelos, torneos... época de los hombres de hierro que, envueltos en sus más o menos brillantes y ricas armaduras, hacían de las suyas allá por donde pasaban, en defensa de un supuesto honor, que mantenían familias enfrentadas en sangrientos encuentros rutinarios mientras esquilmaban, dañaban y empobrecían a los que sin comerlo ni beberlo tuvieron la desdicha de nacer sin blasón, es decir, sin honra.
 
A Leola le quitan el novio, literalmente, al movilizar a sus parientes masculinos para una de esas luchas... Se queda sola y no se resigna, por lo que decide ir a buscarlo y ponerse la armadura de uno de los caballeros muertos que halla por el camino. De esa guisa, se interna en un mundo eminentemente masculino por el que sería imposible caminar como mujer. Jugando con acierto entre el papel masculino adoptado y el real.
 
Y sin embargo, se encuentra tremendas y poderosas mujeres como la bruja Nyneve, la noble Dhuoda, que tanta influencia tienen en nuestra protagonista, o la reina Leonor, madre del poderoso Ricardo Corazón de León y hasta la Eloísa de Abelardo...
 
La historia comienza por el final y condensa en esas primeras líneas lo que ha de ser su desarrollo:
 
Soy mujer y escribo. Soy plebeya y sé leer. Nací sierva y soy libre. He visto en mi vida cosas maravillosas. He hecho en mi vida cosas maravillosas. Durante algún tiempo, el mundo fue un milagro. Luego regresó la oscu­ridad. La pluma tiembla entre mis dedos cada vez que el ariete embiste contra la puerta. Un sólido portón de me­tal y madera que no tardará en hacerse trizas. Pesados y sudados hombres de hierro se amontonan en la entrada. Vienen a por nosotras. Las Buenas Mujeres rezan. Yo es­cribo. Es mi mayor victoria, mi conquista, el don del que me siento más orgullosa; y aunque las palabras están sien­do devoradas por el gran silencio, hoy constituyen mi única arma.
 
Y a través de sus peripecias, nos adentra Rosa en ese legendario mundo de Cruzados, Caballeros de la mesa redonda (o cuadrada, ¡qué mas da!), Inquisición, cátaros y... castillo de Montsegur.
 
Hay que ver qué casualidades y qué atractivo el de esos personajes que perecieron en la hoguera tras un feroz asedio por defender sus creencias. Y lo comento porque ya me había encontrado con esas "buenas mujeres" y "buenos hombres" en obras como "La sangre de los inocentes" de Julia Navarro, que también comenté en su día, o la "Brida" de Paulo Coelho, sin conocerlos históricamente más que de pasada.
 
Pues bien, y volviendo a lo que nos ocupa, una vez más Rosa Montero nos deleita con una estupendamente conseguida figura de mujer, en un estudio psicológico e histórico que capta desde el principio nuestra atención e interés, atrapándonos en la red de su lectura con una serie de personajes secundarios de gran fuerza, como puedan ser el tonto, el gigantesco, Caballero Oscuro -tratado con tanta ternura-, el duro e inflexible Maestro, el herrero León, o el retorcido Doctor Angelical, fray Angélico.
 
Interesante también ese Libro de las Palabras que escribe nuestra protagonista, con definiciones sin desperdicio:
 
"Esperanza: pequeña luz que se enciende en la oscuridad del miedo y la derrota, haciéndonos creer que hay una salida. Semilla que lanza al aire la sedienta planta en su último estertor, antes de sucumbir a la sequía. Resplandor azulado que anuncia el nuevo día en la interminable noche de tormenta. Deseo de vivir aunque la muerte exista."
 
Y por último, y bastante importante, ya que da título a la obra: la historia del rey transparente. Historia que condena a la muerte a quien se atreve siquiera a iniciar su relato, historia que solo conocemos completa al final, y aún así, inacabada, concluye con un acertijo.
 
En fin, de nuevo tengo que decir chapeau a mi admirada escritora y, desde luego, animarles a su lectura.