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miércoles, 29 de agosto de 2012

Leyendo el "Quijote". 1ª parte. Capítulo 29

Capítulo vigésimo noveno
Que trata del gracioso artificio y orden que se tuvo en sacar a nuestro enamorado caballero de la asperísima penitencia en que se había puesto
Terminó Dorotea de contar su historia y se presentó Cardenio a ella, como segundo perjudicado por el fatal matrimonio entre Luscinda y don Fernando, ofreciéndose a ayudarla en lo que fuese necesario para obligar a reparar el daño. No sabían bien qué decisión tomar, y fue el licenciado quien respondió por entrambos y aprobó el buen discurso de Cardenio, y sobre todo, les rogó, aconsejó y persuadió que se fuesen con él a su aldea, donde se podrían reparar de las cosas que les faltaban, y que allí se daría orden como buscar a don Fernando, o como llevar a Dorotea a sus padres, o hacer lo que más les pareciese conveniente. Cardenio y Dorotea se lo agradecieron y aceptaron la merced que se les ofrecía.

En esto oyeron voces y conocieron que el que las daba era Sancho Panza, que por no haberlos hallado en el lugar donde los dejó, los llamaba a voces. Saliéronle al encuentro, y preguntándole por Don Quijote, les dijo como le había hallado desnudo en camisa, flaco, amarillo, y muerto de hambre, y suspirando por su señora Dulcinea; y que puesto que le había dicho que ella le mandaba que saliese de aquel lugar, y se fuese al del Toboso, donde le quedaba esperando, había respondido que estaba determinado de no parecer ante su fermosura, fasta que hubiese fecho fazañas que le ficiesen digno de su gracia; y que si aquello pasaba adelante, corría peligro no venir a ser emperador, como estaba obligado, ni aun arzobispo, que era lo menos que podía ser. Por eso, que mirasen lo que se había de hacer para sacarle de allí.

Imagen Tranquilizaron a Sancho sus amigos, contando a Cardenio y Dorotea cuál era la situación y cómo habían decidido rescatar a Don Quijote de su locura, haciéndole regresar a su casa. En seguida se aprestaron a ayudar, y lo primero fue que Dorotea se vistió con ricos ropajes que llevaba escondidos. Ante el asombro de Sancho, y por mantener las historias que Don Quijote contaba, el cura la presentó del siguiente modo: es la heredera por línea recta de varón del gran reino de Micomicón, la cual viene en busca de vuestro amo a pedirle un don, el cual es que le desfaga un tuerto o agravio que un mal gigante le tiene fecho, y a la fama que de buen caballero vuestro amo tiene por todo lo descubierto, de Guinea ha venido a buscarle esta princesa

Quedó encantado Sancho, que cada vez -nos tememos que más por interés que por contagio- estaba más dispuesto a creer las extraordinarias ensoñaciones de su amo, ya que pronto se apresuró a pedir que en premio a su ayuda le diesen un gobierno, ya que como arzobispo poco le iba a poder favorecer a él... A todo accedieron con tal de seguir adelante, y así fue como Dorotea, convertida en la princesa Micomicona, dejó atrás a Cardenio, al cura y al barbero, que temían ser reconocidos por Don Quijote, y se aprestó a dirigirse a pedir a nuestro protagonista su ayuda de caballero.

Difícil resumir sin que pierda gracia lo que sucedió entre Dorotea-Micomicona y Don Quijote (mejor disfrutarlo leyéndolo), pero sí aclarar que la reacción de nuestro caballero fue la que cabía esperar, poniéndose en todo y rápidamente a las órdenes de la supuesta princesa para matar al gigante que la perjudicaba y a mil más como él si hiciera falta.

Así se pusieron en marcha, haciéndose el cura y Cardenio (disfrazados) los encontradizos por el camino, sucediendo divertidas anécdotas como el hechizo por el que el cura repuso la mandíbula y las barbas al supuesto escudero de la princesa Micomicona, que causó gran impacto en nuestro caballero, o -después de que Sancho les contase la aventura de los galeotes-, los apuros que pasó Don Quijote al contarle que habían sido robados y maltratados por ellos...

Y así continúan su viaje, en el que nosotros les acompañamos...

¡Seguimos!


martes, 28 de agosto de 2012

Leyendo el "Quijote". 1ª parte. Capítulo 28

Capítulo vigésimo octavo

Que trata de la nueva y agradable aventura que al cura y barbero sucedió en la misma sierra

Estaban, como recordaremos, el cura y el barbero hablando con el desventurado Cardenio, cuando unas sonoras quejas procedentes de un lugar cercano a ellos les hace acercarse a ver quién se lamentaba de tal modo... no hubieron andado veinte pasos, cuando detrás de un peñasco vieron sentado al pie de un fresno a un mozo vestido como labrador, al cual, por tener inclinado el rostro, a causa de que se lavaba los pies en el arroyo que por allí corría, no se le pudieron ver entonces; y ellos llegaron con tanto silencio, que de él no fueron sentidos, ni él estaba a otra cosa atento que a lavarse los pies, que eran tales, que no parecían sino dos pedazos de blanco cristal, que entre las otras piedras del arroyo se habían nacido.
Imagen
Llevados por su curiosidad, se escondieron para no ser notados y poder contemplar sin ser vistos. El supuesto mancebo se dedicaba a su aseo cuando El mozo se quitó la montera, y sacudiendo la cabeza a una y otra parte se comenzaron a descoger y desparcir unos cabellos que pudieran los del sol tenerles envidia. Con esto conocieron que el que parecía labrador era mujer, y delicada, y aun la más hermosa que hasta entonces los ojos de los dos habían visto, y aun los de Cardenio, si no hubieran mirado y conocido a Luscinda,

La mujer acabó descubriéndolos y quiso huir, cosa imposible por hallarse descalza, por lo que pronto la alcanzaron e intentaron tranquilizarla Así que, señora mía, o señor mío, o lo que vos quisiéreis ser, perded el sobresalto que nuestra vista os ha causado, y contadnos vuestra buena o mala suerte, que en nosotros juntos, o en cada uno, hallaréis quien os ayude a sentir vuestras desgracias".

Como vemos, era ese lugar ideal para los amantes desengañados, y no había elegido mal Don Quijote... ya eran tres los que alli lloraban sus penas.

No es la intención de esta sección desentrañar lo que aquí ocurre, sino despertar las ganas de leerlo, así que si queréis saber la causa de que mujer tan hermosa se decidiera a perderse en esos riscos de la sierra en traje de varón, en este capítulo lo encontraréis. Sólo adelantaros que se trata de Dorotea, prometida al Don Fernando que casó con Luscinda, la causante de los males de Cardenio...

Así es como se entrelazan dos historias intrísecamente unidas y dos enamorados perjudicados por una misma traición que no fue tanta, porque cuenta Dorotea que Luscinda, en su boda...

¡¡Seguimos!!


miércoles, 22 de agosto de 2012

Leyendo el Quijote. 1ª parte. Capítulo 24. Cardenio cuenta su desventura.

Capítulo vigésimocuarto
Donde se prosigue la aventura de la Sierra Morena

Dejamos a nuestro caballero en amena charla con el astroso Caballero de la Sierra de modo que nos habremos de enterar del motivo por el que decidió vivir así ya que juro, añadió Don Quijote, por la orden de caballería que recibí, aunque indigno y pecador, y por la profesión de caballero andante, si en esto, señor, me complacéis, de serviros con las veras a que me obliga el ser quien soy ora remediando vuestra desgracia, si tiene remedio, ora ayudándoos a llorarla, como os lo he prometido.

Pidió primero de comer el hombre (a quien nombra Cervantes con distintos apelativos a cual más curioso), y después de acompañarle a un lugar más cómodo, rogando que no le interrumpieran, contó que se llamaba Cardenio, era andaluz, y había tenido la mala ventura de enamorarse de Luscinda desde que eran niños, consiguiendo la desaprobación del padre. LLegó a pedirla por esposa, pero su padre le envió a atender la petición de un grande de España, que le solicitaba como compañero de su hijo.

No se podía denegar la solicitud y allí conoció a Fernando, segundo hijo de duque, del que se hizo amigo y confidente, y que, para su mala suerte, vino a enamorarse también de Luscinda... Seguía Cardenio su historia cuando al nombrar al Amadís de Gaula, Don Quijote no puede evitar interrumpirle para comentar sus excelencias, por lo que -como ya le había avisado- queda la historia en suspenso ya que Cardenio empieza a desvariar ante los comentarios de Don Quijote y alzó un guijarro que halló junto a sí, y dio con él en los pechos tal golpe a Don Quijote, que le hizo caer de espaldas. Sancho Panza, que de tal modo vio parar a su señor, arremetió al loco con el puño cerrado, y el Roto le recibió de tal suerte, que con una puñada dio con él a sus pies, y luego se subió sobre él y le brumó las costillas muy a su sabor. El cabrero, que le quiso defender, corrió el mismo peligro, y después que los tuvo a todos rendidos y molidos, los dejó y se fue con gentil sosiego a emboscarse en la montaña.

No queda la cosa ahí, pues hasta pelean Sancho y el cabrero, pero el interés de Don Quijote está en terminar de escuchar la historia, por lo que deciden ir a buscarle.

¡Seguimos!